NO TEMAS
Llueve y la noche se adentra en lo profundo de sus
tinieblas, el viento se queja como si de una alma en pena se tratase, la energía
eléctrica no ha regresado en varias horas y extraños ruidos se manifiestan en
las sombras de la habitación, algunas sombras traspasan las cortinas al mismo
tiempo que son iluminadas por los autos que cruzan por la avenida de vez en
vez, y yo de pie sobre el torbellino de pensamientos que inyectan el más helado
de los escalofríos recorriendo mi interior, de pie escondiendo mi flaqueza con
una vela vieja en la puerta de la habitación.
Tengo miedo no lo niego, mas no lo demuestro, lucho contra
mi propio instinto, buscando en mi cabeza las respuestas más lógicas para mis
temidas versiones del mundo que habita entre las sombras, -¡no tengas miedo yo
estoy aquí!- lo digo en voz alta para convencerme a mí tanto como todos
aquellos que logren escucharme, ya sea para alzar las murallas de la seguridad
o con la esperanza de ahuyentar cualquier tipo de entidad malévola que se esconda en
alguna parte.
La lluvia arrecia su llanto contra las ventanas en un par de
segundos, y el cielo ruje como una bestia enfurecida, los relámpagos caen sobre
la tierra iluminando por un segundo la negrura, como si por un momento los
mismos dioses parpadearan sobre nosotros observándonos por un segundo y ni las
más oscuras sombras de nuestro escondite lograran ocultarnos, una mirada como un relámpago y estamos
desnudos frente a sus ojos.
Avanzo entre las sombras, con el pecho inflado de falso
valor, con los pies de plomo escondiendo el temblor que los escalofríos provocan,
con una pequeña luz en mis manos, criatura insignificante de luz contra un mar
de oscuridad, no me detengo, no lo haría sin importar que, ni el temor a ser
jalado por alguna mano espectral proveniente del mismo infierno lograría
detenerme, tengo miedo sí, pero nadie debe saberlo, no me gusta la oscuridad,
solo he logrado fingir que me agrada, solo he actuado a ser valiente y que en
ella no se esconde nada, pero yo sé que algo se esconde en ella y puedo verlo,
observo sus cuerpos manifestándose a la primera oportunidad, sé que a veces también
me observan, parados en la puertas, en los rincones escapando del más mínimo
rayo de luz, me observan mientras
duermo, mientras me doy vuelta para ignorarlas y procuro no abrir los ojos y
dejar que mis pensamientos me alejen de sus garras.
Avanzo, entre la negrura, esquivando alguna pluma en la
alfombra, un crayón o un cubo, incluso el cuerpo de alguna muñeca, él cual aparto delicadamente con mis
pantuflas, evito hacer más ruido del necesario no quiero alterar a los vivos ni
las muertos, mucho menos a los etéreos, esos seres sin forma que solo esperan
un momento de debilidad para hacerse presentes ilustrando las pesadillas que
ocultas. Me adentro con aplomo, actuando fuerza y determinación, tengo miedo
pero no permitiré que me lleve, ni me atrape, no soy un hombre sin temores,
temo pero no deberán saberlo, llego a costado de la cama, con un sudor helado como el hielo en una margarita se desliza por
mi frente y no es tan refrescante.
Por fin, coloco la vela en el buro rosa de las princesas de
otros cuentos, y mi mano sobre la cálida frente de mi princesa de mi propio
cuento, y le digo;
-No temas princesa de caramelo ya estoy aquí, no pasa nada-
Respiro profundo, inhalando todo el valor del que soy capaz
de meter en mis pulmones, aprieto la mirada, cierro los puños, repito en mis
habitaciones internas palabras fuertes que me den el valor para apuñalar lo que
sea que se esconda debajo de la cama, tengo miedo sí, pero no tanto como para
no enfrentar al mismo diablo si se atreve a hacerse presente, y ocultando mi
flaqueza me pongo de rodillas, agacho la cabeza, y me asomo debajo de la cama,
con seguridad y precaución de no ser tomado por sorpresa.
Aun cuando esta vez solo vi un par de pantuflas rosas, dos crayolas,
una libreta, un poni y una casita de muñecas, no tentaría mi suerte nuevamente,
pero por ahora puedo decirle a mi niña que nada se esconde debajo de su cama.
Me acuesto a su lado, abrazo su pequeño cuerpo entre mis
manos, y le repito, te amo, no temas aquí estoy yo para cuidarte no pasa nada,
todo está bien.
Ella duerme abrazando mi brazo, no lo sabe, pero la verdad
es que yo también le tengo miedos, mucha clase de miedos, al monstruo debajo de
la cama, al roba chicos, al roba grandes, al roba todos, a los malos, a los
rayos, a fallarle, a faltarle, pero aun cuando no soy tan valiente como ella
piensa, voy a enfrentarme a todos, porque he jurado a mi princesa siempre
cuidarle y amarle.
Llueve pero ya no temo más.
EL ZOMBI
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